No importa calma o aliento. Si vienes o si estás.
Preferíamos las mismas cosas, pero nos interpretábamos la vida distinta. Es más
de lo mismo. Han pasado los días o no han transcurrido lo suficiente. Dejarte
llevar por el orden de la rutina. Hasta para mirarnos al espejo y no
reconocernos de nuevo. No importa que mires, ya no transmites lo mismo. Ya nada
es igual. Importe o no. Hemos revuelto todos los amaneceres inesperados y hemos
permanecido en la oscuridad, sabiendo perfectamente lo que había que hacer.
Esperar hasta desesperar, no dejar de intentarlo, en definitiva: no rendirse.
Mirar una ventana, que reparte esperanza por permanecer abierta, una puerta que
nunca se abre. El reloj que no corre demasiado. Su mirada, su cuerpo, sus
labios. El ser humano egoísta, los nuevos intereses y las nuevas prioridades.
La esencia de lo natural. La sencillez mezclada con coincidir en los veranos de
calor, de amor. Improvisación, sal corriendo, no es tu momento. No lo dudes,
sabe que lo sientes.
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