No era muy dada a la interpretación. A menudo le decían: “llevas
un cartel en la cara, no puedes ocultar quién eres”. Y tampoco lo era para
hacer balance cada año y despedirlo como la tradición mandaba. Pero este año
era peculiar. Como hacía diez años. Y aun y todo, mostraba sus diferencias con
el auténtico. Joder, el nueve era su número y había resultado ser el menos
bueno de todos. ¿Qué había ocurrido? Podría decirse que estaría dividido en dos
mitades, que lógicamente abarcarían seis meses. En esa primera mitad, obtuvo
libertad ansiada. Salir de su jaula dorada sin rechistar. O de una burbuja
repleta de confort. Que sonaba a tópico, pero había llegado por casualidad y
ese impulso le saco de allí. No crean que nadie le obligo. Fueron sus propias convicciones.
Claro que todo tiene sus consecuencias. En las que, por cierto, ni había
reparado. El par le había calentado desde el principio y tan solo cuatro días hicieron
falta para terminar de convencerse. Y lo más sensato sería preguntarse, ¿por
qué? Ella solo quería terminarlo con su ansiado color pasional y con los
golpeos de un cristal especial. Que privilegio con cautela apareció arrasando
como un huracan las fortificaciones que en silencio se habían formado. Que valiente
y que cobarde a partes iguales. Que lucha entre los dos en esa batalla ya
acabada. Y volvió a aquellas creencias, a reformarlo, pero esta vez de hierro. Y
tropezó mil veces más y espera seguir haciéndolo, eso significa vida y
aprendizaje. Quiso quedarse con aquella pasión contenida y la libertad sin
medida. Levantarse cada día apostando al ganador y perder en la segunda mitad. Abrir
una herida punzante y revolverse inquieta por continuar hasta aquí. ¿Qué
significaba dejarlo todo de lado? Abandonar su forma de ser, su dependencia
emocional y hasta sus principios y salir triunfante de aquella. Porque de sobra
sabe que lo único que le queda del buen tiempo son recuerdos.
También apreció los presentes cercanos y se agarró a la
belleza de haberlo vivido. Debía seguir con los ojos cerrados sin saber que le quedaría
ni que le esperaría.
Agradezco a esta historia las ganas de soñarte, cuidarte y
vivir contigo, sin ti.