Quisiste encontrarte en la poesía
sin ni si quiera buscarte. Revolviste el cajón de los deseos, creías que podías
tenerlo. Soñaste con el mañana a sus pies, en su espalda y mojado en sus
labios. Lo cierto es que no resolvías tus instintos. A última hora, con prisas,
conseguías devolver algo de calma a tus sentidos. Pero claro, era calma
inmediata, se esfumaba como se esfuma el sabor de un beso. Y cada vez se volvía
más grande. Una mañana, esa madrugada, te levantaste excitado sin recordarla.
Media vuelta. No era su cuerpo desnudo. Lo sé por su lunar. Siempre dijimos que
no era demasiado tarde, pero aquellas copas de vino hicieron el resto. No
admitimos el dolor, como no admitíamos el amor que sentimos al vernos. Y sin
embargo, duraría hasta el último día de nuestras vidas.
domingo, 29 de septiembre de 2019
domingo, 22 de septiembre de 2019
Miradas
Te miro como a los deseos
incumplidos. Como a la huida eterna. Con cara de haber encontrado la salida
perfecta, llena de irrealidad. Como al que escapa de sus propios miedos, sin
conseguirlo. Te veo y te encuentro en el horizonte, atardeciendo, a distinta
hora. En la distancia, con miradas infinitas. Y se expresa una despedida fría y
amarga por ser la última. Desde la inmensidad y con todas las letras, soledad
que te abruma, pero que te permite disfrutar de la vida. De nuevo aquí,
plasmando los temores que comienzan a brotar sin un final. Ese final esperado y
que solo llega en nueve ocasiones. Tras listas y calendarios, espérame, amor,
que no creo que aparezca.
miércoles, 18 de septiembre de 2019
Decisiones
Hoy era ese día en que tomamos decisiones. Rápidas, sin
consecuencias inmediatas. Solo por reaparecer. Por volver a inventarnos. Por
recuperar nuestros sentidos. Ni si quiera podrías recordarlo. Jamás ibas a
entender que en el calendario aparecía en rojo. El rojo de unos labios
irritados del deseo. Mordidos por la pasión desgarrada. El mínimo gesto,
palabra o roce suponía desatarse, perder el control. Y caímos en la tentación
de poder justificar una mañana catastrófica.
Por otro lado, la bella dama comenzaba a crecer y resolvía
sus problemas completamente sola. Eso me dio fuerzas. Y me ayudo a comprender
que cada ciudad escondía una parte de ti. Era imposible desprenderse de nuestro
calor corporal, de nuestro sentido del amor. De eso, se encargaron los 365 días
siguientes. Y aquí, volviendo entre gotas de agua fría, reviviendo tu calor, se
pasa la noche y tú no regresas como aquel día inesperado.
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