miércoles, 17 de agosto de 2011

Calidad y desprecio.

Desde marzo, he sabido reconocer que solo valen para una cosa, la hacen genial, pero ahí acaba todo lo bueno. Es triste. Si que lo es. Lo he descubierto y ahora reconozco que si lo necesitara profundamente, ocurriría tal y como yo lo dispusiera, a mi modo, probablemente mucho más energético que los suyos. Pero, desde entonces, tiene el acceso prohibido y no pienso cambiar de opinión en mucho tiempo. Claramente no lo deseo así, con sus excepciones y momentos divertidos por supuesto.