Reconozco que le echo de menos. Al lado de la cama, en mi espalda, en su espalda. En la poesía. En su poesía. La piel de gallina. El tacto. Sus manos, sus caricias. Sus impulsos. Que el regalo más especial sea ese abrazo. Que no exista nada más. Que fluya, que flote. Que sueñe, que vuele. Que me encuentre. Que le encuentre. Dispuesto. Impaciente. Ardiente. Que lo disimule o que no lo haga. Que te mire y pare el mundo. Que sea desconexión. Que admire, que ría. Que llore. Que confíe.
Díselo porque si no se lo dices, te quemará por dentro.
En el mejor de los casos, se alegrará de oírlo. En el peor,
seguiremos contando intentos. No te rindas. Lucha con garras. Hasta que no
puedas más y entonces… inténtalo una vez más.
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Voy
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Ven.
