Aunque tú no lo sepas, he seguido tus pasos.. Perdiendo el
miedo a no tenerte. Segundas oportunidades buenas. Pero soportando la tentación
de la primera mirada, del sabor del primer beso, del ardor de recorrer tu piel
con los dedos. El primer temblor. El primer sonrojo. La primera sonrisa.
Chiquita, volverme loco. Atado a ti. A tu eternidad. A tu infinita locura. Y
después regresar, como volver a empezar sin entender nada, con promesas
anticuadas y un latido que te llama a gritos: ven porque te necesito.
jueves, 30 de enero de 2020
miércoles, 29 de enero de 2020
Recordar
Recordatorio de un día especial repetido. Se contradice,
pero no importa. Vivimos y recordamos por igual y más ahora que el futuro se
presenta vacío. En palabras escritas, sin corrección, sin teclados manchados
por la ansiada rutina, de la sobredosis de agua dulce. Un vistazo para calmar
el deseo. Silencio, ahora significa rencor. Seguimos dando pasos firmes, con
respeto, con confianza, con prudencia. Son conceptos claves hoy. Quizás se haya
esfumado o retome igual o incluso podría ser que llegara a la herida. El caso
es que, sin mucho sentido, me apetecía ponerlo por escrito. Tomar consciencia
para avanzar por este maravilloso invento que es la vida. Qué decir ante tanta
indecisión. Ya se donde lo voy a encontrar sin rebuscar en palabras vacías.
Pero no me arrepiento. A veces hay que dejarse llevar e improvisar. Y confirmo,
no está nada mal. Sin caer en excesivos tópicos, he aprendido lo suficiente
como para sobrevivir sin técnica ni aliento. Es hora de marchar, quedando un
largo recorrido para el que debemos coger fuerzas. Cuidado con el lenguaje
impreciso y con los parecidos razonables.
Estaba convencida de que alguien se me había adelantado. Lo
nuestro no era tan distinto, ya había ocurrido en otras ocasiones. Se donde
acaban todos los detalles: en cualquier lugar a excepción de donde realmente
deben estar.
Gracias por permitirme esta breve introducción al desastre
más absoluto, a la inocente paciencia, al deseo más puro, a las dudas
infinitas, al cariño inmortal y a las almas desnudas en este desértico mundo.
lunes, 27 de enero de 2020
Quiero conocerte
Ruge el motor otra vez. Prende al rozar. Camina sin descanso. Necesitas energía. Párate a pensar. Vigílame. Ahora a la izquierda, recto y directo al amanecer. Desnúdate para empezar. Vamos a explorar tu corazón. Continuo deseo. Relata al pensar. Sueña con su belleza, con enredar las manos en su cabello. Con un profundo placer. Cuerpos enlazados. Es complicado, pero no imposible. Intercambiar conocimiento. Aprender a besarle. Bailar entre suspiros, en silencio. Cuenta gotas. Lunares. Barra de labios en el espejo. Quiero conocerte. Rutina. Sonrisa. Final.
lunes, 20 de enero de 2020
Sobre los espacios
Juan era alto, guapo y solía vestir de manera elegante. Nunca
le faltaban sus camisas, con su aire informal. Y los vaqueros desgastados.
Vivía solo. No necesitaba que nadie le controlara el tiempo. Pero nunca le
habían faltado los de siempre, los de aquí y los de allí.
Todos los días de la semana había algo que celebrar. Y allí
estaban, brindando como cada noche, por la vida. Esa noche, habían gritado
“viva la vida” y el sonido de los cristales me hizo saber que el ritual
continuaba. Se oían entonces con más fuerza, las carcajadas y aquella música con
sabor a rock.
Ese era el momento. Bajar tan solo unas cuantas escaleras y
que el único ruido fuera el de los tacones. Me invitó a pasar con la misma
excusa de todos los días. Me ofreció una copa a solas, antes de llevarme a la
habitación del caos. Bautizada así por sus invitados. La misma tenía una
especie de barra todo lo largo que era la habitación, acompañada por
estanterías rellenas de botellas y todo tipo de recipientes especiales para
cada ocasión. Y a continuación, estaban los asientos rodeando aquella mesa en
la que no quedaba nunca un hueco libre.
Agarrándome de la mano, me llevo hasta la habitación, en la
que pasábamos todas las noches, primero con la multitud y luego solos. Pero esa
noche fue distinta. Le ví, justo al cruzar la puerta. Nos miramos con cierta
intensidad. Joder, cinco malditos años sin verle. No tendría ni idea de lo
doloroso que había sido. Y ahora, nos volvíamos a mirar, como si no hubiera
pasado el tiempo.
- - Él es Martín y ella, Laura.
Recordaba cada letra de su maldito nombre. Y por supuesto,
no había cambiado nada. Me ofreció un cigarro. Lo acepté. ¿A qué juega?
Lo sentí por Juan, pero esa noche no podría quedarme. Los
recuerdos habían invadido mi mente y mi cuerpo solo deseaba su piel.
Subí de dos en dos las escaleras, y ahí estaba esperándome.
Él. Nunca se fue del todo.
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