Y
de repente, me doy cuenta de que me da miedo perderle. Esa rutina que me hace
tener una sonrisa en la cara. Esos dulces que me regala cada día. Sin necesidad
de preguntas, me ofrece cada día una respuesta.
-
¿Y mañana?
-
¿Y hoy? – responde.
Puedo
describir por primera vez un sentimiento nuevo, que quizás haya estado
escondido, esperando el momento adecuado para surgir, nacer, crecer y como no,
crear una ilusión.
¿Qué
dirán? No lo sé. Sus mentes son rincones
oscuros, en los que no profundizo. Son ignorantes de momentos, jueces
por naturaleza, nunca de sí mismos.
Te
invito a conocerme. ¿Un café? Una mirada. ¿Una caricia? Un “te quiero”. Y que
cada sea único y su valor incalculable. ¿Es posible renunciar a lo que quieres
por lo que realmente necesitas? ¿Cuál es el precio que estás dispuesto a pagar?