Recordar que
le juraba que nunca volvería a caer. Entre sus brazos, acariciaba el cielo. Las
nubes tenían forma de alas. Alas que les llevaban directos al paraíso. Podían
permanecer largas horas en aquel lugar. Desconocido, olvidado, pero suyo.
Cuerpos que se
deslizaban despacio ante unas ganas y un placer ansiado. Debían ser cuidadosos y pacientes, pero fogosos e imparables. La necesidad de rozarse era tal, que aquel parecía no acabarse nunca.
¡Despierta! Te has quedado dormida. Sueños