Probablemente, estas sean las
últimas palabras de esta historia tan amarga.
Desbordada por los diversos
problemas, decidió emprender un viaje hasta lo más profundo de aquella cueva.
Odiaba la incomoda arena de la
playa, no soportaba el ardor que producía en sus pies, aquellas tardes de
verano.
Con una sonrisa plena, orgullosa
de haber tomado la decisión correcta, aquella arena quedaba indiferente.
Nadie llegamos a saber el porque
de tan repentino viaje. En su última carta…
“Menos excusas, menos miedos. Más
cambios. Adiós a mi incomodidad. Bienvenida a mi mundo. Hoy digo sí a mi
felicidad. Quiero que alguien pueda seguir mis huellas para encontrar la misma
felicidad.”
Y es que todos aspiramos a eso, a
ser felices. A que en nuestros días brille el sol, a que nuestro corazón tenga
una luz especial. A que nuestros sueños, se hagan realidad. ¿Y mañana? Mañana
ya tendremos tiempo de que sea hoy.