Y es que sabe que por más que
intenté olvidarle no puede. Por más que se empeñe en que no es para ella, no
puede evitar pensarle. Que porque le de todo lo que tiene, todo lo que él
quiere, no es suficiente. Es un continuo “quiere y no puede”. Son preguntas sin
respuestas, son amores dudosos.
Ni si quiera es capaz de recordar
el lugar, el momento, la razón por la que decidió seguir con este sueño, que no
la deja ni vivir. Se interpuso ante todo y ante todos. Nada podría frenarla.
Era inevitable.
En estas ocasiones, me pongo a
pensar y le pregunto “¿de qué eres capaz de hacer por él? ¿Dónde están tus
límites, tus principios? Y ella me
responde “Debes saber que sin su presencia, mi vida no tiene sentido”
Me quedo sin palabras, no se bien
qué decir. Un escalofrío recorre mi espalda, la miró a los ojos, la veo llorar.
Sin embargo, él cada noche la
recuerda como la única que le hizo sonreír y llorar al mismo tiempo. La única
que se atrevió a robarle un “te quiero” sincero. Por la única que moriría cada
atardecer.