Empecé para proponerte un trato justo, aunque el encanto
esté de moda. Y no nos damos cuenta. He conseguido una piedra de cuatro años,
ahora erosionada por el tiempo. Esa noche partí de esa época e incluso me
instalé en imágenes marchitas, en recuerdos descompuestos, lejanos. Retomé la
búsqueda copa en mano, como si eso fuera a lo que habíamos venido. La pureza
del blanco seguía intacta y el miedo controlado.
¿Quién eres? ¿Quién soy?
Quédate esta noche. No habíamos elegido este hotel tan
lujoso para no alojarnos. O quizás si. Recoge tus cosas. Seguimos en casa,
conversando. Te quiero escuchar. Esta vez si. Quiero comprender cómo has
llegado hasta aquí. Seguro que ha merecido la pena, hasta los insufribles
errores cometidos. Por primera vez, mirar de frente, y reconocer ante su
inagotable escucha, que me vuelve loca la forma en que me mira. En realidad, no
estabas ahí. Desperté enfurecida por volver a recordar que hay cosas que no
somos capaces de asimilar.
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