Que mejor manera que empezarte.
Reencuentro discreto. Porque no sabemos vivir sin ti, sin tus formas de
aparecer como si nada, inesperado, fugaz, sin previo aviso. Así lo haces, así
nos envuelves en cada ocasión. De edición limitada, con fecha de caducidad.
Como el resto, pero imprescindible.
Hoy se que mereces mis respetos.
Claramente, tus actos, tus medios, tus metas son improvisadas y por supuesto,
nos haces participes cada vez que actúas. Desde que naces, con tu desarrollo y
tu final, como un libro, como la mejor historia. Porque lo es, aunque nosotros
neguemos serlo.
Es indiscutible que debemos
reconciliarnos, conocernos, hacer de nosotros un verbo de la primera
conjugación. Imagino que también lo entiendes, igual que los detalles, los
acontecimientos, los lugares. En definitiva, todo lo que ordenas y colocas para
sorprendernos a diario en el pensamiento, en los largos latidos, en cada poro
de la piel, en las ficticias mariposas.
Y de esta especial manera, quiero
ponerte nombre, tu nombre. Porque también lo tienes. Y llenas nuestras vidas de
color, de esperanza, de deseo, de locura. Y nos conviertes en las mejores
versiones de nosotros mismos. Nadie como tú para llevarnos la felicidad
actualizada. La interpretación de una vida impregnada por ti, por el aroma que
desprendes, por los sentidos que descolocas a tu antojo.
Agradezco que nos pongas el mundo
en los pies, que arregles nuestras miradas con forma, tu forma, nuestros
cuerpos. Nuestras almas, nuestro tesoro.
Sensibilidad con huella propia. Escribe siempre.
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