Echará de menos contar sus
lunares, mientras le acaricias la espalda. Dulces toques con los labios y un
amplío deseo. Te has dado cuenta de su belleza, de su intensidad. No deja de
ser un embrujo, el halo de misterio que te envuelve, que te engancha, que te
arranca la piel. Le recuerdas suspirando en cada recuerdo. Las veces que te
clavo los ojos y le ardía la mirada. Esa mirada, que te lo decía todo sin mover
los labios. Sin palabras, absorta, perdida, pellizcándote para comprobar que no
es un sueño. Volviendo eterna, renovada, alada. Con magia, con sonrisa.
Mordiéndote el labio inferior, el que roza junto con el cuerpo. Una lengua
juguetona, una piel salada, labios ardientes, mejillas sonrojadas. Calor.
Incendio del alma en el cuerpo.
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