Te miro como a los deseos
incumplidos. Como a la huida eterna. Con cara de haber encontrado la salida
perfecta, llena de irrealidad. Como al que escapa de sus propios miedos, sin
conseguirlo. Te veo y te encuentro en el horizonte, atardeciendo, a distinta
hora. En la distancia, con miradas infinitas. Y se expresa una despedida fría y
amarga por ser la última. Desde la inmensidad y con todas las letras, soledad
que te abruma, pero que te permite disfrutar de la vida. De nuevo aquí,
plasmando los temores que comienzan a brotar sin un final. Ese final esperado y
que solo llega en nueve ocasiones. Tras listas y calendarios, espérame, amor,
que no creo que aparezca.
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