Siempre dicen que el pequeño detalle se refleja en las
grandes cosas.
Sucedió una tarde de verano, que en la reflexión más
profunda, ese sonido trastocó el momento. Era casi imposible que estuviera
lloviendo con esa luz mágica que entraba por la ventana, además no aparecían
las ansiadas gotas de agua. Pero si, confirmé que el cielo lloraba de alegría.
Esta vez llovía diferente, con luz. Y quizás no a gusto de
todos. El papá con su hijo en la calle no pensaba lo mismo. Pero los que se
besaron bajo esta lluvia hermosa, desearon que nunca terminara. Y está claro
que el sonido era el mismo, aunque en mí, solo provocara un ruido maravilloso. Una
paz interior, que tanto anhelaba.
Aunque no en estilo, pero si en contenido, de él, aprendí a
plasmar los sentimientos a los que me transportaba el paisaje. Con mi regalo
diario, oportuno, una vez más, me enredo en las letras y lo vivo diferente.
Y al día siguiente, el mundo quiso que yo me volviera a
enamorar de esa lluvia. Solo podía significar, acabar esto en lo que tanto me
había implicado. Necesitaba leer, informarme de primera mano. Así sería.
Él trataba de enviarme mensajes de esta forma y yo nunca los
supe comprender. Me di cuenta tiempo más tarde, relajada, en mi hogar y sin poder
dar marcha atrás en el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario