Se me escapa de entre los dedos
la belleza de esta historia
soñadora en la memoria
añeja de tus temores acostumbrados.
Soltarnos de la rutina, atados
Niños inocentes en la noria,
navegante de tu trayectoria
para devolverte a estos lodos.
A quien le arrojó, mezquino,
en la penumbra de la soledad,
le condeno su despedida.
Guardado en el destino
Cubriendo el alma de bondad
Y aliviando la grieta de la herida.
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