En el fondo todos tenemos a alguien en quien refugiarnos.
Que nos motiva, que nos invita a seguir con una sonrisa más grande que ninguna.
Que nos llena de vida y nos quita los miedos. No hay por qué avergonzarse.
Incluso aquellos lobos solitarios muy ligados a la noche, al insomnio, a la
oscuridad. Ellos también tienen su ángel de la guarda. Su estrella brillante.
Algo así ocurrió cuando le conocí. Dejo de ser lobo para recuperarse en mí.
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