lunes, 3 de diciembre de 2018

Viajes


Nunca sabemos cuándo debemos viajar al lugar más recóndito de nuestra alma. Quizás en los sueños más completos, en los que no se olvidan al despertar. Abriendo los ojos a su lado. Con compañía. Su compañía. La más inesperada, la más inoportuna. Llegó por casualidad y solo él sabe como pudo encontrar el sitio entre tanta locura. Como traspasar los límites impuestos en total libertad. Como determinar los sentidos que rozar. Y cuando logró cubrirte de seda, entonces entendiste que el viaje había comenzado. Que no podemos retroceder si se trata de nuestros labios. Que en conjunto, seriamos dos almas encontrándose en el paraíso. Quizás en los deseos pudimos destaparla sin darnos cuenta. Quizás en el tiempo que transcurre cuando se nos olvidaba el mundo. Quizás en el momento de reconocerse, con mil excusas, mil perdones, enamorándose de sus miradas. Porque, bien es sabido, que lo de sus ojos era para recordarlo siempre. Podríamos aislarnos en su expresión y tal vez no lograrían comprender su importancia. En definitiva, su felicidad era la mia.

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