Hay
juegos que es mejor no empezar. Caminos sin salida. Rincones ocultos. Miradas
llenas de mentiras. Trampas que nos pone la vida, lecciones que aprendemos a
base de golpes, de caernos y levantarnos.
Déme
una razón, una sola, por la cual debo seguir con este juego. Con este maldito
juego, que un día yo misma comencé. Está apunto de llegar a su fin.
Tras
ese episodio, me convencí que lo intentaría una vez más. Agarré mi momento, lo
disfrute. Me deje llevar. Impulsos, ira, culpa. Y más de tres momentos
inolvidables.
Sensible,
atrevida, inocente, ilusa, celosa, agradecida, aventurera, apasionada, mimosa, orgullosa,
humilde, cariñosa. Todos esos adjetivos. Pero una única razón, que comprendí al
bajar de aquel tren: amor.
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